Con forma similar a la de una barca, la isla de Roma llamada isola Tiberina emerge del río Tiber uniendo el barrio judío con Trastevere.
Hoy en día es un lugar agradable y apacible por el que pasear, tomar el sol y comerse un helado pero no siempre fue así, existe una fabulosa leyenda que narra la creación de la isla.
Se cuenta que Roma decidió arrojar el cuerpo del rey Tarquinio el Soberbio, tras perder este su trono, en el punto del río donde luego nacería la isla, sobre su cuerpo se irían acumulando arena y sedimentos durante años hasta formar un puente de tierra por el que atravesar el río.
Los romanos rehuían acercarse al lugar por este pasado tan oscuro y las fuertes creencias sobre los malos augurios de sus orígenes, decidiendo finalmente enviar allí solamente a criminales condenados.
Después del 293 a.C., cuando la peste asolaba Roma, el senado mandó construir en la isla Tiberina el Templo de Esculapio, dios griego de la medicina. Para cuando la construcción del templo estuvo finalizada, la peste desapareció de Roma.
Los ciudadanos romanos, asumiendo el final de la enfermedad como un milagro, decidieron convertir la isla en lo que ya parecía: un enorme barco anclado en mitad del río. Aún hoy se pueden ver restos de los muros que se levantaron.
Durante la Edad Media el templo se usó de fortaleza y más adelante como convento franciscano hasta el siglo XVIII. Ahora, parte del recinto, es el hospital San Juan de Dios.
Isola Tiberina, la isla de Roma
Por su historia dentro de Roma, esta isla se merece una visita, sobre todo en verano cuando se engalana gracias a la multitud de locales que se apostan a lo largo del lungotevere.
Puedes llegar a ella a través de los puentes Fabricio y Cestio.
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